viernes, 2 de diciembre de 2011

Prendí fuego a mi mujer



Donde hubo fuego... ¿Que quedó?

¿Por qué hablamos del “hombre” cuando hablamos de seres humanos? Según Lewis Morgan: “La abolición del derecho materno fue la gran derrota del sexo femenino”. El concepto de hombre como “portador del derecho patriarcal”, relegó a la mujer solamente a funciones domésticas. Las religiones fueron pilar de la escena, otorgando una justificación moral al modelo patriarcal, siendo ésta otra forma de violencia ejercida contra la mujer.

La mujer víctima de una violación sufre, además, la discriminación y la humillación de una sociedad que deposita su honor en su cuerpo. “Las cifras echan por tierra la tendencia culpabilizadora de tantas sociedades que consideran que las víctimas de las violaciones son unas mujeres imprudentes que tienen comportamientos arriesgados: atuendos provocativos, salidas nocturnas, etc.” (Sandrine Treiner).
¿Somos una sociedad machista? ¿Cuál es la diferencia entre agredir físicamente o vociferar “piropos” poco felices, a una mujer que camina por la calle?

Esto ocurre en cualquier estrato social. Hay cierta identificación con la reacción de Eduardo Vásquez (Ex baterista de “Callejeros”), quién prendió fuego a Wanda Tadei, su esposa, tras una fuerte discusión. Wanda falleció por las serias quemaduras que sufrió. Al poco tiempo, se multiplicaron los casos similares de mujeres quemadas por su pareja. ¿El “Ídolo de los Quemados”?
Antes del caso de Wanda Tadei, las amenazaban con quemarles la vivienda, ahora lo que vemos es que directamente las amenazan con quemarlas a ellas vivas” (Alba Salinas, Presidenta del Centro de Apoyo a la Mujer Maltratada, de Mar del Plata).

¿Por qué el fuego? ¿Qué cosas se pueden quemar con fuego? ¿Que papel cumple el fuego en el desencadenamiento histórico de la violencia machista? Como todos sabemos: “El día internacional de la mujer” es una fecha en la que se conmemora la dignidad de las mujeres, quiénes en 1908, fueron encerradas y quemadas dentro de una fábrica textil, por reclamar igualdad laboral. El hecho de prender fuego a una mujer, puede ser considerado como la forma más rápida de socavar con la belleza de la víctima. De hecho, en el pasado, las “brujas” eran quemadas en una hoguera. Actualmente, en algunos países, las mujeres son sometidas a mutilaciones genitales o lapidaciones. La barbarie machista fascista no presenta límites.

Para que se dé el maltrato se necesita, fundamentalmente, dos personas: Un hombre maltratador y una mujer que se deje maltratar. Esa agresión encubierta bajo el pacto de silencio, se trata de una relación enferma. El silencio es lo más parecido a la caída (Ej.: “¡Se cayó!”). La mujer, en esos casos, tiene que romper el silencio, salir de la oscuridad y buscar ayuda.

¿Ahora que pasaría si después de una separación, la mujer vuelve a ser víctima de la violencia masculina, con otra pareja? Quizás lo que se cortó fue nada más la relación con una persona, pero no el vínculo con la violencia. En ese caso, sería conveniente replantearse que pasa con las elecciones que uno hace y buscar ayuda.  
La mayoría de las promesas de “cambio” son falsas. Todo lo que nos pasa es lo que nos pesa. Para que un maltratador cambie su comportamiento, primero debe reconocer su enfermedad y luego buscar ayuda con un profesional, cosa que no sucede muy a menudo. El hombre debe reconocer cuando una mujer deja de ser una madre, y saber cuando es una mujer.

Ante el más mínimo acto de agresión es necesario actuar. El problema es que, a veces, la mujer teme el escarnio público. El hecho de ser caratuladas como “locas”, porque “uno se casa para toda la vida, bla bla bla…”; da la impresión de que el fin de una relación implica el “fracaso”. Con el discurso del “casamiento para toda la vida”, la iglesia se asegura el exterminio del erotismo. 
La vida no es como la vemos, sino como la vivimos. Todos somos importantes, pero no somos imprescindibles para nadie más que para nosotros mismos. Fracasar es quedarse siempre parado en el mismo lugar y no poder avanzar desde allí. Eso es la muerte. No hay peor soledad que la soledad en compañía. 

Andrés Belguich